Durante las últimas dos semanas, Argentina ha experimentado la mayor devaluación desde la crisis del 2002, con una devaluación del tipo de cambio oficial del 20 por ciento. Esto se produce después de un verano turbulento en Buenos Aires, donde la demanda de dólares se mantiene por las nubes, resultando en una brecha cambiaria (definida como la diferencia entre el tipo de cambio paralelo y el oficial) del 70 por ciento.
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Desde principios de enero, el Banco Central de la República Argentina ha vendido más del 8 por ciento de sus reservas internacionales (alrededor de 2.300 millones de dólares). A pesar de estos esfuerzos, la brecha cambiaria ha persistido en niveles altos.
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El viernes pasado, las reservas internacionales alcanzaron sus niveles más bajos (28.100 millones de dólares) desde octubre del 2006. En definitiva, se avecinan tiempos difíciles.
Los problemas de la Argentina son muy diferentes a las inestabilidades de otros mercados emergentes como el llamado grupo de los “Cinco Frágiles” (Sudáfrica, Turquía, Indonesia, India y Brasil). Para ellos, las presiones depreciativas y las turbulencias financieras son principalmente el resultado de la disminución de la tasa de interés por parte de la Reserva Federal y de la desaceleración de la economía china. Para Argentina, los problemas son sui géneris y primordialmente domésticos. La principal causa radica en los muchos años de políticas autoinfligidas que han dado lugar a un entorno macroeconómico inestable y, peor aún, a un aumento de la crispación social.
Los últimos años de retrasos en reformas económicas y las inconsistencias macroeconómicas están pasando factura. Entretanto, el gobierno se encuentra en una posición en la que cualquier esfuerzo por tratar de resolver la situación insostenible implicará reformas dolorosas para una población sufrida y vulnerable. Como de costumbre – y en particular durante el último mandato de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner – el gobierno argentino ha decidido mantener las inconsistencias macroeconómicas, introduciendo políticas orientadas a maquillar los síntomas en vez de atacar las causas, pateando la pelota hacia adelante (en una cancha donde el “espacio” de maniobra política se reduce día a día). Si la crisis de Argentina desencadenase otra mega-devaluación, esta podría causar una serie de crisis a nivel regional. Varios de los países vecinos que ya se enfrentan a una inestabilidad financiera internacional, podrían sufrir también problemas comerciales derivados de la mayor integración.
Cronología macroeconómica
Durante más de una década, la Argentina ha sido gobernada por los Kirchner: el Presidente Néstor Kirchner (desde mayo de 2003 a diciembre de 2007) y la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner (desde diciembre de 2007 a la fecha). Algunos políticos siguen afirmando que ambos mandatos comparten un modelo macroeconómico común, sin embargo, esto no podría estar más lejos de la verdad.
Por un lado, el mandato del Presidente Néstor Kirchner se caracterizó por superávits gemelos (es decir, superávit fiscal y de cuenta corriente) y altos niveles de reservas internacionales:
- Superávits en cuenta corriente como resultado de los altos precios de las materias primas y de un tipo de cambio real competitivo, producto de (1) depreciaciones controladas en un marco de flotación administrada y (2) baja inflación.
- Superávit fiscal.
- Altos niveles de reservas internacionales debido a entradas de capital y superávit en cuenta corriente.
Por otro lado, desde que la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner asumió el poder (y más evidentemente durante su segundo mandato), un cúmulo de políticas equivocadas han provocado que indicadores macroeconómicos claves sufran un grave deterioro, incluyendo:
- Menor superávit en cuenta corriente que gradualmente se convierte en déficit. Este cambio ha sido impulsado por una reducción en los precios de las materias primas y una caída alarmante en la competitividad debido a (1) bajo tipo de cambio para los exportadores, (2) impuestos a la exportación de algunos productos agrícolas importantes como la soja, y (3) elevada y creciente inflación que ronda el 30 por ciento.
- Menor superávit fiscal que gradualmente se convierte en déficit. El déficit fiscal en el 2013 (que fue alrededor de 3 a 5 por ciento del PIB dependiendo de la fuente) se produjo a pesar de tener la presión fiscal más alta de los últimos 50 años. Los ingresos tributarios representan actualmente más del 40 por ciento del PIB. Es realmente preocupante el hecho de que el aumento del déficit fiscal ocurra conjuntamente con la mayor presión tributaria de la historia contemporánea, ya que habla a las claras del bajo margen de maniobra que el gobierno tiene en el frente recaudatorio.
- Disminución de las reservas internacionales. Esta tendencia es principalmente el resultado de (1) un déficit energético crónico (las importaciones de energía superaron a las exportaciones en 6.200 millones de dólares en 2013) y (2) la monetización de los déficit fiscales – el verdadero culpable de las altas y crecientes presiones inflacionarias. En un mundo dominado por bajas tasas de inflación de alrededor del 5 por ciento, Argentina se ha convertido en un verdadero atípico internacional con tasas de inflación del 30 por ciento (con algunos pronósticos colocándolas por encima del 45 por ciento).
- Luchas políticas entre las distintas facciones dentro del partido. Las luchas internas dentro del partido Peronista no han ayudado a restaurar la confianza en la economía y la credibilidad del gobierno.
En respuesta al continuo deterioro de los fundamentales macroeconómicos y la baja credibilidad, el gobierno ha recurrido—una vez más—a políticas económicas miopes e improvisadas. Después de permitir que el peso se desplome, el gobierno anunció un levantamiento de los controles cambiarios para que aquellos trabajadores que ganen más de 7.200 pesos al mes (menos del 20 por ciento de la población) puedan comenzar a comprar dólares con fines de ahorro. El objetivo principal de esta política fue el de reducir la brecha cambiaria y las presiones inflacionarias. Aunque la brecha cambiaria ha disminuido un poco, este tipo de políticas no son suficientes para anclar las expectativas de devaluación e inflación de manera creíble. La ausencia de un plan económico integral y coherente explica la continua y vertiginosa demanda de dólares y la erosión de las reservas internacionales del Banco Central.
¿Qué se debería hacer?
Los funcionarios del gobierno deberían actuar rápidamente articulando un plan económico integral que incluya:
- Un aumento en la eficiencia del gasto público mediante la reducción de la corrupción y el clientelismo político. Desde que la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner asumió el poder en diciembre de 2007, el gasto público (como porcentaje del PIB) ha ascendido al 45 por ciento – el nivel más alto en los últimos 50 años. Sorprendentemente, estas cifras son similares a las de algunos países escandinavos como Noruega. Sin embargo, la provisión de bienes públicos – tales como salud, educación y seguridad pública – tienen estándares muy bajos. Por ejemplo, a pesar del fuerte aumento en el gasto en educación (que actualmente representa alrededor del 6 por ciento del PIB y que se encuentra entre los más altos de la región), los último puntajes de PISA, 2012 (Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos) clasificaron a Argentina entre los últimos diez países (de un total de 65 países participantes).
- Reducir la monetización de los déficit fiscales. Es una medida necesaria para anclar las expectativas de devaluación e inflación.
- Mejorar la productividad del sector privado a través de la inversión en infraestructura pública. Esta política ayudaría a complementar el dinamismo del sector privado.
- Aumentar el poder y la independencia del poder judicial, cumplir el Estado de Derecho y reducir la incertidumbre económica. Mediante la creación de instituciones fuertes e independientes, Argentina puede mejorar las relaciones con las instituciones internacionales y recuperar la confianza de los inversores privados nacionales e internacionales.
No está claro si el gobierno va a cambiar su enfoque miope por uno en el que las políticas económicas ofrezcan soluciones permanentes en vez de parches temporarios. La evidencia reciente no es alentadora. Sin embargo, el largo trecho hasta las próximas elecciones presidenciales en 2015 proporcionará una prueba para los argentinos, el gobierno y la oposición respecto de si la Argentina tiene intención de convertirse en una democracia próspera y estable en la región o si, por el contrario, quiere seguir viviendo en un culebrón latinoamericano interminable.
[1] El tipo de cambio paralelo surgió como resultado de los controles de capitales y cambiarios impuestos inmediatamente después de que la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner fuese reelegida en Octubre del 2011.
[2] Las reservas internacionales en el Banco Central de la República Argentina eran de 30.600 millones de dólares el 2 de Enero del 2014 y de 28.300 millones de dólares el 30 de Enero del 2014.
Commentary
La Devaluación Argentina: Regreso al Futuro
February 4, 2014